José Antonio Turrado / Secretario General ASAJA Castilla y León

El sector del ovino de leche es de los que mayor transformación ha experimentado de todo el arco de las producciones agroganaderas, y lo ha hecho para mejor. El cambio se nota más porque en pocos años se ha pasado de una ganadería tradicional a una actividad ganadera empresarial, todavía con recorrido para alcanzar mayores producciones afinando en la alimentación, el manejo, la genética, la sanidad y la gestión. No puede ser que el problema del sector llegue del éxito, que el problema sea un exceso de producción en el mercado debido a que los ganaderos son más eficientes, a que las ovejas den más leche y consecuencia de ello cada año se incrementa en más de un cinco por ciento la oferta, a pesar de que las nuevas ganaderías son nulas. Porque siendo cierto que cada año las explotaciones producen más leche, muchas veces sin mover los censos, no es menos cierto que también viene obligado por los bajos precios y la necesidad de las explotaciones de utilizar la economía de escala para mantener o al menos frenar la caída en la renta familiar.

El sector ganadero no puede pararse, y tiene que reivindicar el derecho a crecer, a ser más eficiente, y a ganar el dinero que razonablemente se justifique por el esfuerzo y la inversión hecha. Ha de ser la industria agroalimentaria, las industrias lácteas de Castilla y León, las que han de evolucionar para ser más competitivas en el mercado, y serlo no a base de comparar leche a precio de saldo, sino a base de mejorar todos sus procesos productivos, de innovar y de internacionalizarse. El sector del ovino reclama precios justo, que hoy por hoy no recibe, y se los reclama a una industria agroalimentaria, la láctea, que no ha evolucionado lo suficiente y que está teniendo serios problemas para competir dentro y fuera de España, y no compite quizás porque hasta ahora han ganado dinero fácilmente y no han pensado en el mañana. Nada distinto de lo que también ocurre con el vacuno de leche y su relación con las fábricas, que en gran parte son las mismas.

La leche de oveja aporta un valor añadido a la fabricación de quesos, en sus distintas modalidades, que debería de servir para no tener competencia en los mercados europeos y mundiales, pues produciendo leche de oveja podemos considerarnos parte de la elite. La postura de las administraciones públicas y de la industria láctea debería ser mimar a un sector, el de la ganadería de leche de ovino, que tiene que volver a ser atractivo para los jóvenes y suficientemente ilusionante para quienes ya están en el. Un sector que en ocasiones ocupa los territorios más marginales, que aprovecha recursos agrícolas que de otra forma no tendrían uso alguno, que ocupa el territorio, que genera empleo, y que asienta población en nuestros pueblos.

Si la industria quesera y la administración quiere un sector mal pagado, que reniegue cada día de su profesión, que trabaje todos los días del año sin contar las horas, que retome el pastoreo como base de la alimentación, y que esté desprestigiado, se encontrará con que los días que le quedan son contados, y después llegarán las lamentaciones. Ser ganadero supone una mayor inversión y un mayor esfuerzo, y eso al menos tiene que ser reconocido y pagado, y hoy por hoy no lo es.

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