José Luis Marcos / Presidente de ASAJA-Palencia

Hace un mes, los votantes de la Unión Europea elegimos en las urnas a nuestros representantes en el Parlamento comunitario, nada menos que 720 eurodiputados (quince más que hace cinco años) para conformar una cámara cuya actividad, la verdad sea dicha, nos pilla bastante lejos, aunque su obra legislativa nos afecta… y mucho.

En las elecciones se produjo alguna que otra sorpresa, pero no en cuanto a la participación. Probablemente, por esa lejanía con la que vemos las instituciones de la Unión Europea. Tal y como se esperaba, la participación volvió a ser inferior a la que es deseable en unos comicios tan importantes para la ciudadanía.

La abstención en España rondó la mitad del censo (más o menos como en el conjunto de la UE), por más que aquí nuestras fuerzas políticas calentaron la cita con asuntos que no se ventilaban en ella. De hecho, el debate público en la campaña apenas se centró en los grandes retos de nuestro espacio comunitario, que resumidamente podríamos agrupar en tres soberanías: la defensiva, la energética y la alimentaria, esta última uno de nuestros caballos de batalla para el sector agroganadero y para ASAJA, como productores que somos de alimentos para la población.

AYUDAS Y NORMAS

Nos guste más, nos guste menos, desde esas instituciones europeas se nos gobierna en gran medida. Bien lo sabemos por experiencia los profesionales del campo. Desde la UE llegan también recursos económicos que contribuyen a la rentabilidad del sector agroganadero, pero también un verdadero tsunami normativo que nos marca las reglas para poder recibir tales ayudas, y a menudo también para modelar nuestra actividad conforme a criterios políticos. Dicho de otro modo, Europa nos ayuda, pero también entra a mandar en nuestra casa, o por ser más precisos, en nuestras explotaciones.

ASAJA animó a la participación en las urnas, sin indicar qué siglas merecen en apoyo del campo. Somos todos ya mayorcitos para saber elegir, teniendo en cuenta los múltiples factores que se consideran al decidir el voto. Unos más racionales, otros más emocionales. Últimamente, en España algunos partidos y algunos políticos se han mostrado de modo abierto antiagrarios, criminalizando al sector y yendo incluso más allá que las propias decisiones de la Unión Europea en impulsar restricciones, cortapisas y digitalizaciones a machamartillo.

EL CAMPO, NI MENCIONARLO

Hubo siglas que, con desparpajo y sin rubor, nos enviaron a casa una carta para solicitarnos el voto sin que en todo un folio de palabras y renglones apretados apareciese siquiera ni mención del campo, la agricultura, la ganadería… ¡Menos mal que la PAC es columna vertebral de la UE! Leyéndola, parecía como si solo pudieran votar los electores de las ciudades y como si en el pasado más reciente agricultores y ganaderos no se hubiesen movilizado durante meses…

Lo más próximo a nuestro sector en esa carta era la palabra “verde”, tan usada en nuestra contra, cuando el sector agroganadero es el primer interesado en conservar nuestro medio ambiente, y en que nuestra actividad sea sostenible, ese otro adjetivo-mantra que nos persigue día y noche.

VARAS DE MEDIR

Precisamente, el llamado Pacto Verde que ha marcado el anterior mandato en la UE abarca todas las actividades socioeconómicas, con ese objetivo genérico de evitar más daño al planeta y que esas actividades puedan perdurar. Pero desde el campo hemos sentido que, con ese Pacto Verde, se nos aplican corsés tan ajustados que no se compadecen con la flexibilidad que disfrutan otros sectores de la producción y otras áreas de la sociedad, donde no se les mira con lupa su repercusión medioambiental.

Sin ir más lejos, hablando de estas diversas varas de medir, ¿algún partido planteó el pasado 9-J, para ayudar a nuestro planeta, ir reduciendo esa barbaridad de 720 parlamentarios europeos, quince eurodiputados más que la anterior legislatura comunitaria, con todo el personal indirecto y el enorme gasto que conllevan aparejados? El Pacto Verde se pregona con hechos. «La palabra convence, el ejemplo arrastra», dice un refrán castellano. Claro que ya nos avisa otro que «bien predica quien bien vive».

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