DICYT.-Para nadie es un secreto que los bosques en las regiones tropicales siguen desapareciendo a velocidades alarmantes, a pesar de que todo el mundo parece estar de acuerdo en que estos prestan servicios esenciales a los humanos. Durante los últimos 20 años, científicos que trabajan en América Latina se han dedicado a investigar cuáles son las mejores estrategias para reconstruir los bosques explotados.
Una tarea que en muchos casos se llevó a cabo mediante un simple trabajo de ensayo y error, pero que ha dado resultados suficientes para guiar la labor de generar a mano bosques secundarios eficientes y productivos, y de paso encaminar las futuras investigaciones por el sendero correcto.
La revista Forest Ecology and Management ha dedicado una edición especial al tema de la reforestación en América Latina, en la cual publica los resultados más relevantes de estudios llevados a cabo en países como Panamá, Costa Rica, Nicaragua, México, Belice y Brasil. Los artículos científicos son el producto de una conferencia llevada a cabo en Panamá en enero de 2010, cuyo objetivo fue recopilar la información existente hasta el momento sobre la reforestación con especies nativas.
"El crecimiento de la población, aunado al ritmo sostenido de deforestación, indica que vamos a tener que depender cada vez más de bosques recuperados y reforestados para obtener bienes y servicios, sean estos la conservación de la biodiversidad, el suministro y control de la calidad del agua, la producción de madera, y la captura y almacenamiento de dióxido de carbono, entre otros", explicó a DiCYT Jefferson Hall, investigador del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales de Panamá (STRI) y editor encargado de la edición especial de Forest Ecology and Management.
Efectivamente, los bosques tropicales tienen funciones de las cuales dependen todos los organismos vivos. A las mencionadas por Hall habría que agregar el control de la erosión de los suelos y el suministro de plantas de las que se extraen compuestos para fabricar medicamentos. Los sistemas forestales también tienen un papel determinante en la hidrología y en el clima local, ayudan a controlar las inundaciones y los deslizamientos de tierra, y tienen un valor económico, cultural y espiritual para las poblaciones que los habitan y dependen de ellos.
Pero, ¿qué ocurre cuando los bosques se deforestan y degradan? ¿Cuál es la mejor forma de recuperar los servicios que estos prestan? ¿Qué especies de árboles son las más adecuadas para reforestar? ¿Son siempre las especies nativas la mejor opción? ¿Cómo integrar el conocimiento de las poblaciones locales al trabajo de recuperación?
De acuerdo con Hall, hace veinte años los investigadores no contaban con información sobre cómo "construir un bosque". El investigador explica que la gente plantaba una especie nativa entre cuatro que no lo eran –teca, pino, eucalipto o acacias, por ejemplo– o utilizaban un proceso de ensayo y error con otras especies que no siempre daba resultado.
Las cosas, sin embargo, han cambiado y los años dedicados a la investigación han dado sus frutos.
Lecciones aprendidas
Los investigadores han aprendido que para administrar un bosque, en ocasiones hay que sacrificar unos beneficios a favor de otros. Ahora saben, por ejemplo, que en un periodo de 20 años, una hectárea de teca puede almacenar tanto dióxido de carbono como un bosque nativo.
Sin embargo, la teca jamás tendrá la capacidad de albergar la misma cantidad de biodiversidad. Experimentos llevados a cabo en Panamá con una mezcla de especies nativas predicen que algunas de estas combinaciones podrían incluso superar la capacidad de la teca para almacenar dióxido de carbono y a su vez servir como hogar a plantas y animales.
Otros experimentos han llevado a la conclusión de que los bosques secundarios no tienen mucha capacidad para mantener el dióxido de carbono secuestrado en la estructura de sus árboles, sino que son mucho más eficientes a la hora de mantener el gas almacenado en el suelo.
En las investigaciones presentadas, los autores también destacan el extenso conocimiento que poseen los agricultores y ganaderos rurales sobre el uso de diferentes especies de árboles y la forma en que estas deben ser manipuladas para obtener mayores beneficios. Y recomiendan que, en el futuro, dichos conocimientos sean tomados en cuenta.
"Hemos dado grandes pasos en cuanto a la forma de superar las barreras sociales y ecológicas relacionadas con la reforestación", asegura Hall, para quien el reto principal de los próximos años será entender mejor los mecanismos mediante los cuales las plantas interactúan con el medio y entre sí.
"El trabajo siempre irá dirigido a las tierras degradadas y a la forma de devolverles su productividad, maximizando en el camino los bienes y servicios que queremos obtener en un sitio determinado", concluye el investigador. "Soy optimista; creo que podemos lograr un progreso real en estos aspectos en los próximos 20 años. Tenemos que hacerlo".